La tragedia no empezó ayer. Lleva siglos gestándose. Como realidad en nuestro entorno reconquistado hace siglos para los de siempre, y como bucólicos cuentos de ovejitas de la mesta y nobles y sufridos labradores en nuestras escuelas. Lo hace desde la máxima feudal de que la tierra no puede ser nunca del que la trabaja. Y esos pesos de la tradición y de la fatalidad se posaron en nuestros cogotes hasta hacernos agachar la cabeza.
Ya intentó una vez el campo extremeño (es decir, sus jornaleros, yunteros y pequeños propietarios) levantarse contra la injusticia de los latifundios y los señoritos. Fue el 25 de marzo de 1936 y todos sabemos cómo acabó el cuento: cunetas para los muertos y hambre, miseria y emigración para los vivos.
Ahora vuelve otra vez la lucha. Las patronales agrarias, autodenominadas sindicatos (porque el lenguaje nunca es inocente y siempre se trata de confundir y enmascarar) llevan negándose a aplicar la subida del salario mínimo a los jornaleros más de un año. Capitanea este atentado terrorista al pueblo extremeño la patronal ASAJA, la asociación más próxima al fascismo de Vox, consiguiendo hegemonizar la lucha campesina a base de culpar a los de abajo.
Hay dos cosas evidentes: con esclavos como los que les gustaría al lobby de los señoritos y terratenientes los costes de producción serían más baratos. La segunda es que incluso así seguirían estos costes siendo inasumibles para la gran mayoría de los agricultores reales. Y aquí es donde sería necesario recuperar el vínculo.
El día que consigamos hacerles ver a los pequeños agricultores que sus compañeros no son los magnates y grandes propietarios, sino los jornaleros con los que trabajan codo con codo, habremos ganado mucho.
El día que estos pequeños propietarios abran los ojos y descubran que no son empresarios y emprendedores (otra vez la falacia del lenguaje) sino que, en la práctica, son trabajadores precarios, falsos autónomos que trabajan para las grandes cadenas de distribución y venta de alimentos, que son las que realmente les aprietan y les explotan pagándoles precios de hambre por sus productos, empezaremos a vislumbrar una solución.
Hay que conseguir separar el grano de la paja y expulsar a los terratenientes de las manifestaciones como la que acabó en carga policial en Don Benito. Los pequeños agricultores tienen que tenerlo claro: esos grandes, con sus cortijos aquí y sus mansiones allá son el enemigo. A los "agrarios" de Vox no les importa una mierda el campo ni les interesa una ley de precios (por la que IU lleva clamando en el desierto desde hace décadas). Lo que les interesa es que los pequeños agricultores no se reconozcan en la clase obrera. Porque ellos sí creen en la lucha de clases y además nos van ganando.
Ojalá poder decir alguna vez que lo conseguimos, que el pueblo extremeño volvió a despertar. Ojalá que los palos que ayer repartían los perros guardianes del capital consiga hacernos ver quién defiende realmente a quién. Y ojalá no haya ahí traidores como Vara para aprovecharse.