El sistema nos envenena con sus palabras, busca
nuestros sentimientos de culpa por haber pecado contra el dogma. Por haber
puesto en duda que la fe liberal es el camino, la verdad, y la vida. Los pobres
somos pobres porque queremos, porque no nos esforzamos, porque no creemos en el
sueño capitalista. Porque no emprendemos.
Ahora que parece que el pueblo empieza a balar con
bala, sacudiéndose la lana, conviene ocultar la palabra empresario y ha llegado
la hora de bombardearnos con el emprendedor, el self-made man, el puto amo que
se come el mundo. Monago (e imagino que el resto de presidentes no andarán muy
lejos) se ha empeñado en que no quede parado extremeño sin su videoclub
abierto. Necesitan adelgazar sus antiestéticas listas del paro y han elegido el
pan para hoy y hambre para mañana. Nos hablan del montón de ayudas que nos van
a dar para que nos convirtamos en profesionales liberales que dinamicen el
mercado extremeño. ¿Abriendo tiendas? ¿Qué más puede hacer una persona sola, en
su mar de economía y competitividad (con ministerio y todo), si no es darse a
sí misma un empleo precario e intentar sobrevivir? Se incentiva el autoempleo
en el sector servicios (poca cosa más en otros sectores), es decir, no se
produce nada, o muy poco, aunque se quiera, puesto que formamos parte del
sacrosanto mercado libre de regulación. No se piensa en la creación de empresas
públicas, de empleo público: empresas que cuenten con los fondos para nacer y
mantenerse, que den ejemplo de trabajo estable y digno. Que produzcan bienes necesarios y
que tengan prioridad por delante de las privadas.
Pero vamos y emprendemos. Y como el poder prefiere
que la banca sea privada y que no haya ni tan siquiera un atisbo de banco
público, no nos queda otra que meternos en la boca del lobo, que nos prefiere
pipiolos y nos hace preferentes hasta el año 2999, ¡eso es tenernos cariño!
Suena bien eso de preferente, como sonaba bien eso
de clase media: con su coche, su casa y su perrito. No ser clase media también
era pecado, sólo eran proletarios los haraganes, nadie era obrero porque eso
era cosa del pasado y ya no existían las clases. Nadie oprimía a nadie y todos
éramos remeros en el mismo barco y con los mismos objetivos. Amancio, Botín y
tú, colegas.
Una vez emprendidos empieza a comernos la mierda
dentro de la selva desregulada. En nuestra Extremadura rural y dispersa no cabe un
negocio familiar más y nos vamos a pique, llevándonos con nosotros el perrito,
el coche y la casa. Botín ya no es tan colega y nos envía una banda armada pagada
por todos para que nos eche de casa y para vigilar que nuestros hijos, esos
terroristas, no se enfaden mucho no sea que hagan llorar a los hijos de la élite,
que son más sensibles por su distinguida condición.
¿No sería mejor una economía controlada, social y
productiva? Pues según parece, no para el poder. Ellos prefieren que después de
bajarnos del ladrillo nos subamos al videoclub. Les parece mejor que
emprendamos.
1 comentario:
Este mensaje debe servir para abrir los ojos a nosotros para luchar por nuestros derechos.
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