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lunes, abril 14, 2008

Ni España, ni mañana.

La insana necesidad de hitos para saber que existimos. Como la de entes tribales que defender, para diluir que somos individuos, solos, irrepetibles, irremediablemente singulares. Hoy uno de ellos, una fecha, algo para recordar, para exigir y exigirnos. Un grano en el culo de la democracia transicionalista, que chorrea de gusto recordando lo bien que se plegó a los deseos fascistas en los convulsos setenta, y como se tragó al heredero del general y nieto del exiliado Trece (también es mala suerte). Es el regalo que no sabes donde poner, porque estorba en todos lados, es el catorce de abril.

Y por mucho que nos demos ánimos, la tercera no está cerca. Ni España, que sobra, que suena a imperio, que no es nada si no se intrega en ella los españoles, no por españoles, sino por ciudadanos, como el moro que maneja la hormigonera. Ni mañana, que aún queda mucho, que duele la razón que tiene Víctor casco: que nuestra sociedad se derechiza. Ni republicana, así, porque sí, quitando un rey Borbón y poniendo a un presidente Cabrón, que repúblicas hay muchas y no se puede poner cualquiera, hay que pensar muy mucho cómo la queremos.

Por lo pronto, sin indisivilidades, que es como nacen todos los entes políticos que primero se han llenado la boca con libertad, libertad, libertad. Como Kosovo, recién independiente y ya remachando sus territorios, marcando con la meada el terreno. Naciendo imperial, como todos los estados. Y sin ministerios de la Igualdad, hola Orwell, ya puestos que el de Chacón se llame de la Paz y el Buen Rollo.

Queda mucho, y la tercera será de ruptura, de ruptura por fin del régimen que a sangre y fuego se asentó en el 36, pero de transición a la Cuarta, porque la Tercera ya será también castrada por los de siempre.

¡A por la Cuarta!