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domingo, noviembre 30, 2008

25 años de paz.

Más papistas que el Papa, "mamporreros de la simetría", celebrando las caenas (¡que vivan!), la santa doctrina y la nueva unidad de destino en lo universal. 25 años después de la nacencia como pueblo (otra vez) invisible, la autonomía teledirigida, radicalmente antiautónoma, imposible de gestionarse desde dentro (no hablemos ya de autogestión, que es el diablo). Aroma a otras épocas, prietas las filas, himnos, banderitas, representantes mudos de cada comarca, costumbrismo, superficie, lugares comunes, mediocridad. Todo en Mérida, servido por la televisión privada del partido único (en dos).

Pues vale, que cada cual celebre lo que quiera, oiga, pero es que otra vez tengo que soportar que se pongan en mi boca (y en las de muchos más) palabras que, no sólo no he dicho, sino con las que además no comulgo. La presentadora del acto de afirmación patriótica (¡ar!)dio paso a una mujer de la misma edad que el estatuto de pseudoautonomía diciendo que iba a hablar en el nombre de todos los extremeños. ¡Agárrate los huevos por detrás! El rodillo nos elimina a todos los que no pensamos como ellos de un plumazo, óiganlo bien, en el nombre de TODOS, acto incluyente, sí, no excluyente: te incluyen quieras o no quieras. La otra ocasión se produce cada vez que Guillermo se reúne con sus reyes, por si os lo estabais preguntando.

¿El discurso de los 25 años de paz? palabras superficiales y huecas, costumbrismo, demagogia. Que Extremadura ha mejorado desde el 83 es cierto, pero no estoy seguro de que sea gracias al estatuto, que se queda en la superficie, si hincamos las rodillas en el suelo y escarbamos hasta la raíz del asunto las cosas siguen igual: latifundistas, esquilmadores o amantes del mangoneo siguen campando a sus anchas por la región. Ahora se han hecho del nuevo régimen, claro, y están bendecidos, pero ahí siguen, tras el vigésimo quinto año triunfal.

No faltó la sumisión imbécil al reino, los ataques a los que quieren otro sistema, ir más allá del autonómico. Celebración, pues, que se disfraza de periférica para loar el centralismo. Y no faltaron los niños, tan guapos, tan limpios, tan lozanos, tan uniformados, cantando el himno, ni el poeta que disfruta de esta Extremadura de primera división aún cuando se ha autoimpuesto la penitencia de vivir lejos, que el dolor purifica, porque nosotros semos los mejores y aquí como en ningún sitio, faltaría más.

Y para terminar, un reportaje propagandístico un tanto tergiversado y mentiroso. La protagonista dice que ella nació en el hospital en el 83, no como antes. Ironías de la vida, yo nací en el 77 en el servicio de maternidad de mi pueblo, cosa que ahora es imposible.

Mañana vendrán las guerras de cifras, bueno, vendrían, si hubiera medios no afines, pero serán guerras inútiles, fueran o no 15.000, lo que está claro es que son muchos más, con sus balidos y sus anteojeras, felices y dóciles, maleables, "demócratas".

lunes, noviembre 03, 2008

Medallistas.

Todo vuelve. Damos vueltas sobre las mismas cosas para llegar siempre al mismo sitio, lo que hace más fuerte la idea de que esta edad nuestra acabará llamándose la Edad Estúpida. Otra vez la cumbre iberoamericana, otra vez las tontolhabadas del tío cuchara (quiero y no puedo) del presidente Zapatero en eso que llaman "marco internacional", y otra vez las salidas de tono de la sacrosanta, campechana y opusina monarquía española. Vamos, como siempre. Incluso han hecho una aparición al margen los enclaves españoles en el África continental. Lo que Mohamed llama colonias, España ciudades autónomas y el Juancar "mis tierras". Suyas, ojo, sus tierras. Si es que no se puede ser más campechano.

Y aquí encima se les ríen las gracias. Hay que ser gilipollas. No contento con haber hecho de baboso y cateto súbdito al entregar a Sofía de Grecia (que nació en Grecia y reside actualmente en Madrid) la medalla de Extremadura, como si a la reaccionaria consorte le importaran una mierda estas tierras pertenecientes a su marido, ahora va Griffin Fernández Vara y nos anuncia que el año que viene le quiere dar una de las insignias esas que reparte su pandilla al heredero de Melilla y Ceuta (entre otros cortijos) por lo mucho que le importa, y le gusta y mueve y promueve a favor de esta región del oeste borbónico. Imagino que el Borbón hijo al enterarse se habrá descojonado de lo lindo, y después de soltar un bufido habrá dicho: joder, Leti, otro puñetero acto más, y nosotros que teníamos pensado el irnos a una islilla del Caribe en Septiembre, para descansar de las vacaciones de verano. Pero en fin, Leti, todo sea por España, esas tierras que le heredaré al Campechano.