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domingo, mayo 18, 2014

Duelo tras el baile del Gobernador.



Era el Oeste y se acercaba el verano. 

En los lejanos estados fundadores, allá por donde caían la y el capital, se hablaba de que era necesario renovar los congresistas y elegir nuevos próceres que guiaran la patria. Llegó a los oídos del Gobernador y decidió adelantar el baile que cada año ofrecía para resaltar sus logros y ocultar sus miserias. Lo más granado de la sociedad deambulaba por los salones de la casa del mandatario, celebrando o criticando los éxitos o fracasos de su gobierno. El Gobernador aprovechó un descanso de la orquesta para dirigir unas palabras a sus invitados. Les habló del árido páramo que les dejaron en las manos y en lo que habían conseguido convertirlo y les prometió la pronta llegada del ferrocarril, y con este sus promesas de negocio y progreso. Desde el público se oyó una voz que lo llamó mentiroso y le exigió que le dejase dirigirse también a los asistentes. Los hombres del Gobernador lo reconocieron enseguida: olía a elecciones a la legua, era el rival que había perdido por poco contra el ahora gobernante, y que quizás también quería congraciarse con los votantes pues se barruntaban cambios  en la Cámara de la Federación. Habló a los asistentes de la sequía que el Gobernador parecía obviar y que mataba de hambre a granjeros y ganado. Prometió un verano lleno de praderas verdes y arroyos caudalosos, prometió no alejarse de los que le siguieran y dijo que si antes no había conseguido lo que ahora prometía era por culpa de los Siux, que no entendían qué era lo que de verdad era necesario para esa tierra que él quería sacar de la barbarie y llevar a la civilización. El Gobernador lo mandó callar y su rival lo retó a duelo. Al día siguiente, a la salida del sol, se verían las caras en la Plaza Mayor.

Todos abandonaron la fiesta, abortada por la abrupta discusión entre los rivales. Esa noche, en el camino a casa, uno de los potentados sufrió una emboscada y cayó muerto. Las voces se corrieron rápidas por el pueblo y muchos sonrieron: el hacendado que yacía sobre el polvo no había sido un dechado de virtudes. De todos modos, los biempensantes pusieron el grito en el cielo y exigieron el luto en todas las conciencias, acabando además este duelo con el que tendría que haber tenido lugar al alba. Tanto el Gobernador como su rival lloraban la pérdida de uno de los suyos.

Poco después se supo el motivo del asesinato, y cómo otro de los invitados al baile del Gobernador había pagado a los bandidos por aquel trabajo.

De todas formas, en la Plaza Mayor colgaron a un negro, porque había que dar ejemplo.

Inspirado en hechos reales.