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sábado, abril 04, 2009

El galgo y el olivo.

Encumbrados, no vaya a ser que se les confunda con los de abajo. En la cumbre, la crema y nata de los estados capitalistas y algunos chavales invitados, que no se diga; debajo, los que tienen todas las de perder; entre medias, su policía, cuidándole a los lobos el rebaño. Y nosotros, la mayoría, a verlas venir desde el cómodo sofá de nuestra casa, con el miedo en el cuerpo de perder el cada vez más amado trabajo.

Coincide la farsa de Londres con los datos del paro, y se disparan el acojone y los besos al jefe, virgencita que me quede cómo estoy. Como estoy, aunque sea aberrante. Los sindicatos, ¿sindicatos? callados, los obreros dóciles. La crisis, la responsabilidad, las cifras del paro, hay que dar gracias por tener trabajo, sin rechistar. Acabaremos pagando al patrón.

Somos el galgo inservible de los cazadores inmisericordes. Nos han acercado al olivo, nos han colgado y dejan que nuestros cuartos traseros rocen el suelo, para que sopesemos. Nos permiten sobrevivir para servirles, nos convencen de que la servidumbre es la única vida.

Nos inoculan el miedo.