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sábado, julio 19, 2008

Bikini Operazioa!!

Señores, ¡que llega el veraneo y no se puede ir por la calle con esas lorzas! Y el dandi del talego lo sabe bien, así que como quedan un par de semanas para que (por fin) lo suelten, ha decidido ponerse a dieta para lucir figurín en todos los telediarios. Y anda que no le gusta a mi primo el falangista-ertzaina-etarra-tóloquedémiedootedejecogerarmas De Juana salir en los papeles. Más que a un tonto un lápiz. Daría todo lo que tiene, sus escritos, su estatus de preso político, hasta ese pisito tan polémico que tiene (o no) en Sanse, por ser portada del Hola. Por poder salir posando con la parienta, enseñando la casa y compartiendo páginas con Alberto de Mónaco y Kiril de Bulgaria. Anda qué no, ya le babean los belfos. Mala cosa para lo de la huelga.

La tercera. Va a ser su palabra tan creible como la de Michael Jordan o los Rolling Stones, esos cansinos que se retiran día sí y día también. Huelga de hambre. Agüita y zumitos, un día tras otro. Nada más y nada menos. Yo me muero de hambre al segundo día. Por algo será. Será un hijo de la gran puta como el que más, que lo es, pero es una persona que ya cumplió su condena hace tiempo, pero a la que han secuestrado otro par de añitos por el bien de la patria (el Status Quo es siempre el bien de la patria y de sus guardianes, llámense nacionalismo español o ETA). Va a salir de la cárcel porque ha cumplido su condena, grande o chica, pero la impuesta. ¿a qué viene tanta persecución? Sólo sirve para echar gasolina al fuego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He leído el post un poco tarde, cuando ya hace unos días de la detención de Karadzik, uno de los instigadores de la carnicería de Bosnia, y me ha dado por pensar que los crímenes políticos, sean perpetrados por terroristas o en nombre del estado, son los más horribles, y quizás los únicos que merezcan castigos ejemplares.

Los actos de pederastia y las violaciones se cometen bajo circunstancias psíquicas atenuantes. También en los asesinatos comunes suelen darse circunstancias atenuantes e incluso eximentes. Cuando se juzga por estos delitos, a pesar del daño causado, el principio de reinserción social, esa especie de "curación" del delincuente, debe prevalecer sobre el cada vez más cuestionado principio de castigo-venganza. Esta es una de las razones por las que Farruquito, por ejemplo, está ya en la calle.

La "curación" consiste principalmente en que el delincuente tiene que adquirir conciencia de sí mismo y de la sociedad en que vive. La falta de esa consciencia es lo que atenuó la responsabilidad del delito y, por extraño que parezca, también es la deuda que la sociedad contrae con el delincuente. Sin embargo, los crímenes políticos se cometen con conciencia plena de lo que se hace, porque sólo una persona plenamente consciente puede actuar en política. La sociedad parece liberada en este caso del deber de restituir la conciencia del criminal, puesto que éste no carece de ella. Por tanto, parece lógico que este tipo de crímenes sean enjuiciados siguiendo planteamientos jurídicos distintos de los utilizados para los delitos comunes.

Pero cuidado, no se malinterprete ésto último. Establecer planteamientos jurídicos distintos no quiere decir prescindir de garantías y derechos procésales, como hace el gobierno de los EEUU en Guantánamo valiéndose precisamente de excusas políticas, sino definir exactamente qué es un crimen político, proporcionar un estatuto especial a los tribunales encargados de juzgar estos crímenes para asegurar su imparcialidad y establecer el resarcimiento y la firmeza de las penas.

A veces la conveniencia política soslaya estos planteamientos de la justicia e inventa una ley de punto final, según la cual determinados delitos cometidos por determinados actores políticos prescriben automáticamente a partir de un cambio de régimen. La Justicia se olvida de los criminales, confiada en que ya no podrán seguir actuando, y es la Historia la que enjuicia y sentencia en esos casos. Pero la aplicación de estas leyes, que deberían llamarse mejor de punto y aparte porque siempre marcan un nuevo inicio, suele reflejar las dificultades de los sistemas democráticos en sus momentos constitucionales, y aunque haya sido considerada necesaria e incluso deseable en el modelo de transición "tranquila", más bien parece paliativa de algún tipo de debilidad. El olvido de los crímenes políticos no es un signo de generosidad de las sociedades liberadas, sino una necesidad absolutamente excepcional.